Orquesta: Siglos XVI-XVII





En el siglo XVI, cuando se inició la transición de la polifonía a la homofonía, las orquestas eran simples agrupaciones al azar de los instrumentistas disponibles. En Italia, solamente se utilizaban grandes agrupaciones instrumentales en los interludios cómicos de obras teatrales y en obras vocales de gran formato, pero de todos modos casi nunca aparecían indicaciones específicas referidas a la orquestación.




En la época de las primeras óperas (hacia el año 1600), entonces, la orquesta era un conjunto variable de instrumentos, dependiendo de la posibilidad de que los ejecutantes estuvieran o no disponibles.




Uno de los primeros y más notables ejemplos de orquestación explícita fue la ópera de Monteverdi, “Orfeo” (1607), representada en Mantua. Su caudal instrumental era impresionante: incluía prácticamente todos los instrumentos conocidos (menos el tambor): había quince violas de tres tamaños y dos violines; dos flautas grandes y dos flautas comunes; dos oboes, dos cornetas (los antiguos instrumentos de madera), cuatro trompetas y cinco trombones; un arpa y dos claves; dos órganos pequeños y una regalía (órgano portátil de lengüeta). Un total de cuarenta instrumentos.




Monteverdi utilizaba todos los instrumentistas que su mecenas, el duque de Mantua, le brindaba. Seguramente habrá descubierto valiosas combinaciones y contrastes muy efectivos, asociando ciertos timbres con determinadas situaciones dramáticas o estados emocionales.




En esta primera orquesta, los instrumentos de cuerda con arco constituían el elemento sonoro más importante: representaban más de la mitad del número total de instrumentos. Y desde entonces ha quedado para siempre esta insistencia en el sonido de las cuerdas.




La orquesta más famosa de finales del siglo XVII fue la de Luis XIV, “Les vingt-quatre violons du Roy”, que no poseyó sección de vientos permanente hasta principios del siglo XVIII.




Orfeo y Eurídice (Monteverdi): Ceremonia nupcial









Tocata Ritornello Dal mio Permesso amato














Orquesta: sus orígenes griegos



Los orígenes griegos de la Orquesta



Una orquesta, por definición, es un conjunto de instrumento y de los músicos que los tocan. La orquestación es el arte de escribir partituras de orquesta.


La palabra “orquesta” es de origen griego, que significa “lugar de danza”.







Las tragedias y comedias griegas siempre se presentaban en teatros al aire libre. Los primeros teatros griegos posiblemente eran apenas sitios abiertos cercanos a los centros urbanos o las colinas donde la audiencia, de pie o sentada, podía ver y escuchar al coro cantando sobre las hazañas de un dios o de un héroe. A partir del siglo VI a. C., y hasta los siglos IV y III a. C., hubo una evolución progresiva hacia una estructura más elaborada, pero en general el trazado del teatro griego siguió siendo el mismo. Los principales componentes del teatro griego se pueden ver en el siguiente diagrama.






Orquesta. La orquesta (literalmente, “lugar de danza”) normalmente era circular. Allí el coro podía danzar, cantar, e interactuar con los actores que se encontraban en el escenario cerca de la “skene”. Las orquestas más antiguas simplemente estaban hechas de tierra compactada, pero en el periodo Clásico algunas orquestas comenzaron a ser pavimentadas con mármoles y otros materiales. En el centro de la orquesta a menudo había un “thymele” o altar. La orquesta del teatro de Dionisos en Atenas tenía un tamaño aproximado de 60 pies de diámetro.


Theatron. El “theatron” (literalmente, lugar para contemplar) es donde los espectadores se sentaban. El theatron por lo general formaba parte de la ladera con vista a la orquesta, y a menudo circundaba una gran parte de la orquesta. En el siglo V a. C., los espectadores probablemente se sentaban cojines o tablones, pero para el siglo IV a. C. el theatron, en muchos teatros griegos, ya tenía asientos de mármol.





Skene. La skene (literalmente, la tienda) era la construcción directamente detrás del escenario. Durante el siglo V, el escenario del teatro de Dionisos en Atenas estaba solamente dos o tres escalones por encima del nivel de la orquesta, y tenía unos 25 pies de ancho por 10 de profundidad. La skene estaba directamente detrás del escenario, y usualmente estaba decorada como un palacio, un templo, u otro tipo de edificios, dependiendo de las necesidades de la obra. Tenía por lo menos un conjunto de puertas, y los actores podían entrar o salir a través de ellas. También había accesos al techo de la skene desde atrás, de manera que los actores que interpretaban a dioses u otros personajes (como el vigilador al comienzo de la obra Agamenón, de Esquilo) podían aparecer, si era necesario, en el techo.


Parodos. El parodoi (literalmente, pasillos) son los caminos por donde el coro y algunos actores (como por ejemplos aquellos que interpretaban a mensajeros u otros que regresaban del extranjero) hacían sus entradas y salidas. La audiencia también podía usar estos corredores para ingresar y salir del teatro antes y después de la obra.



Salas de Concierto: acústica


(Imagen: Walt Disney Concert Hall)
La evolución de las salas de concierto

La música antigua se tocaba en las casas, en las iglesias, o en la corte. Pero en el siglo XVIII empezaron a proliferar las salas de conciertos en las ciudades más importantes, para atender a las demandas de una sociedad de mayor cultura y mayores posibilidades económicas. Esto coincidió con el apogeo del periodo clásico, cuando muchas de las obras de Mozart y Haydn estaban instrumentadas para orquestas de tamaño medio y, por tanto, exigían edificios construidos a propósito para su ejecución.

Pese a unos públicos cada vez más numerosos, las primeras salas de concierto eran pequeñas; raras veces cabían más allá de cuatrocientas personas. A finales del siglo XVIII se estaba construyendo salas de conciertos en toda Europa, pero ya a mediados del siglo XIX empezó a ser evidente la necesidad de que las salas tuvieran una capacidad mucho mayor.

En general se puede decir que la música de los románticos, desde Beethoven y Schubert hasta Tchaikovsky y Mahler, exige unos auditorios que proporcionen gran plenitud tonal y baja definición. El Concertgebouw de Amsterdam, construido en 1887, es un buen ejemplo de sala de conciertos proyectada para la música de este periodo.

Con la terminación del Boston Symphony Hall en 1900, apareció la primera sala de conciertos proyectada con arreglo a principios acústicos demostrados. Hoy en día se considera esencial el conocimiento de la acústica para los arquitectos que se dedican al diseño de auditorios; sin embargo, aunque la Sala de Boston se considera magnífica acústicamente, no por ello es mejor que muchas otras salas de conciertos construidas con anterioridad a la fijación de estos principios científicos.

La construcción de teatros de ópera ha sufrido pocas variaciones desde que en 1778 se construyó la Scala de Milán. El Covent Garden de Londres, la Opera del Estado de Viena y la Opera de París (terminada en 1875) siguen todos una planta similar.

Sin embargo, como se sabe, el Teatro de la Opera de Sydney se aparta mucho de las formas tradicionales. Las opiniones son diversas, pero en general se considera que su diseño ha sido todo un éxito.

Las tres plantas básicas para los auditorios son la rectangular, la de herradura y la de abanico.

Acústica

La acústica de una sala de conciertos o de un teatro de ópera influye muchísimo en el éxito de las obras que se interpretan allí (tanto o más que la propia calidad de éstas y de sus intérpretes).

El arquitecto se encarga de asegurar que, dentro del auditorio musical, el sonido se propague desde los ejecutantes hacia la audiencia, sin perder definición, equilibrio, gama dinámica, timbre y colorido tonal.

Entre los críticos musicales y los intérpretes existe bastante unanimidad en cuanto a qué edificios poseen buena acústica, pero también se dan algunas falsas creencias, como la muy frecuente de pensar que la acústica de un edificio mejora con el paso de los años.

Cualidades acústicas de los edificios

Para describir las distintas salas de conciertos, los músicos utilizan expresiones tales como “íntimo”, “pleno”, “quebradizo”, “brillante”, “de buena respuesta”, “turbio”, etc.

La intimidad y la plenitud son los atributos más importantes de un auditorio. La reverberación es el único factor acústico que se puede calcular matemáticamente: se define como el tiempo que tarda en descender en sesenta decibelios el nivel sonoro que persiste en una habitación, una vez que la nota que lo ha creado ha terminado. (Las composiciones musicales poseen una gama media de sesenta decibelios entre los sonidos más altos y más bajos).

De una sala reverberante se dice que es una sala “viva”. Una que refleje muy poco sonido hacia la audiencia se llama “muerta” o “seca”. La viveza de un auditorio proporciona plenitud tonal a la música.

Bach era muy consciente de la diferencia entre la acústica viva de la iglesia de San Jacobo, en Lûbeck, y la acústica seca de la de Santo Tomás, de Leipzig, por lo que compuso sus obras para cada una de ellas de acuerdo con tales circunstancias.

El tiempo de reverberación está condicionado por el volumen de la sala, por la cantidad de materiales absorbentes que hay en ella y, en menor medida, por su forma. Los tiempos de reverberación varían entre 1,1 segundos del Covent Garden de Londres; 2,05 segundos del Grosser Musikvereinssaal de Viena, y 7 segundos de las iglesias medievales.

No obstante, este lapso de tiempo puede modificarse mediante la colocación de superficies absorbentes, o con medios electrónicos, como el sistema llamado “resonancia asistida”.

Es frecuente que las iglesias que poseen tiempos de reverberación largos tengan también una particularidad: lo que se denomina “nota simpática”, que es una región tonal, entre Sol y La, en la que el tono queda aparentemente reforzado por la propia vibración de la estructura.

Siempre se dice que cada estilo concreto de composición posee un determinado ambiente acústico que es el más conveniente para su ejecución. Por ejemplo, la Toccata en Re menor de Bach para órgano debe interpretarse en un auditorio con un tiempo de reverberación de 4 segundos, y un concierto para piano de Mozart en uno de 1,3 segundos (idealmente). Pero a pesar de todo, y con la excepción de las óperas y de ciertas obras para órgano, la mayoría de las salas de concierto internacionales son adecuadas para un repertorio muy amplio.

Fuentes:
Imagen: Walt Disney Concert Hall

Concertgebouw, Países Bajos


Concertgebouw
Amsterdam, Holanda

Fue Bernard Haitink quien alguna vez describió al Concertgebouw como el mejor instrumento dentro de la orquesta que alberga. Posiblemente esto era lo que tenían en mente en Amsterdam en 1881, cuando decidieron que la capital holandesa debía tener una sala de conciertos digna de su nombre. Siete años más tarde, en los campos pantanosos en las afueras de la ciudad, se erigía una maravilla de la arquitectura neoclásica, el Concertgebouw: un edificio que ahora, igual que su la Royal Concertgebouw Orchestra (Orquesta Real del Concertgebouw), disfruta de una excelsa reputación a nivel mundial.

Un poco de historia

15 de septiembre de 1881. En Amsterdam, seis prominentes ciudadanos se reúnen para establecer una comisión temporaria para la construcción de una sala de conciertos. El Parkzaal en el Plantage está por ser demolido, Felix Meritis es demasiado pequeño, el Paleis voor Volksvlijt es incómodo y notorio por su acústica deficiente. Hace un par de meses, la revista Weekblad De Amsterdammer ha expuesto el escandaloso estado de la vida musical en la capital. “Mientras en otros países los funcionarios proporcionan buenas salas de concierto, nuestro gobierno alardea de su desastroso lema diciendo que el arte no es cosa del gobierno”, informa aquel semanario.

Comienza la construcción

Como asesoramiento para la elección del sitio, la comisión recurre a Pierre Cuypers, arquitecto del Rijksmuseum, que también está construyéndose en este momento. Actúa como intermediario en la compra de un sitio cercano al nuevo museo, justo en las afueras de la ciudad, en medio de los campos de Nieuwer-Amstel.

El 7 de marzo de 1882 se finalizan los planes de una sociedad anónima con un capital de 400.000 florines, y las acciones salen a la venta por 1000 florines cada una. Para el 8 de julio de 1882, la compañía, conocida como N. V. Het Concertgebouw, ya existe formalmente, a pesar de que se vendieron apenas unos 250.000 florines en acciones.

Después de algunas discusiones, los jueces se deciden por el diseño (aunque en formas un poco simplificadas) presentado por el arquitecto Adolf Leonard (Dolf) van Gendt, creador de varios edificios, incluyendo el Hollandsche Manege, Frascati, De Usbreker y la Galería en el Paleis voor Volksvlijt.

El Concertgebouw ya está terminado para finales de 1886, pero la falta de confianza por parte de los financieros, y las inevitables disputas con el concejo Nieuwer-Amstel, entre otras cosas como por ejemplo el llenado de un pequeño canal, la pavimentación de los caminos de acceso y el suministro de iluminación para las calles, retrasan la gran inauguración hasta el 11 de abril de 1888.

Estilo

Para el proyecto, Van Gendt eligió un estilo arquitectónico internacional que iba a dejar su huella en la historia del arte como Clasicismo Vienés. Una lira, que forma parte del logo del Concertgebouw, corona con orgullo su obra maestra.

Para el trazado y diseño del interior, Van Gendt claramente se basó en el Neue Gewandhaus en Leipzig (dos años más antiguo, y destruido en 1943), con líneas fluidas, esquinas redondeadas, con sus auditorios rodeados por amplios corredores. El pequeño auditorio en Amsterdam también está situado en forma transversal, detrás del auditorio más grande, que, a su vez, fue diseñado con el mismo formato de caja de zapatos que el de Leipzig, aunque con 44x27.80x17.50 metros y asientos para más de 2000 personas, es mucho más grande.

El órgano

En la inauguración, 11 de abril de 1888, la ausencia de un órgano fue lamentada, a pesar de que se había dejado un espacio reservado. Se recaudó dinero por medio de un concierto benéfico y una lotería, y en 1890 la orden para la fabricación del órgano para el Concertgebouw fue puesta en manos de Michael Maarschalkerweerd, fabricante de órganos de Utrecht. Costó 22.352 florines y 89 centavos. Dolf van Gendt fue convocado nuevamente para diseñar la caja del órgano.

En octubre de 1990, Flentrop Orgelbouw desmanteló el órgano, el primer paso en un complejo proceso de restauración que iba a llevar dos años y medio. En el concierto inaugural del 18 de marzo de 1993, quedó claro que los objetivos se habían superado ampliamente: el sonido original se había restaurado y el mecanismo se adaptó a prácticas más modernas.

La famosa acústica

¿Cuál es el secreto de la acústica de la Grote Zaal, aclamada en todo el mundo? ¿Fue una pura coincidencia que Dolf van Gendt, notable en su familia por su agudísimo oído, lograra crear un espacio con una resonancia perfecta?

Cuando se construyó el Concertgebouw, la acústica todavía era considerada como una misteriosa interacción de varios factores indefinibles. Los equipos de grabación profesional no se desarrollaron sino hasta el siglo XX, de manera que los arquitectos tuvieron que basarse en ejemplos exitosos. Por ejemplo, la Kleine Zaal es virtualmente idéntica al famoso auditorio en Felix Meritis, mientras que el diseño y los materiales de la Grote Zaal se inspiran en la gran sala de conciertos del Neue Gewandhaus en Leipzig, a pesar de que Van Gendt no tuvo la oportunidad de juzgar su acústica mientras estaba diseñando el Concertgebouw.

En posteriores restauraciones el objetivo siempre ha sido mantener el diseño original y el acabado de los auditorios de forma tal de salvaguardar la acústica (a pesar del escrutinio de los equipos más sofisticados, la Grote Zaal se niega a revelar el secreto de su incomparable acústica).

Renovaciones

La falta de fondos implica que el Het Concertgebouw N. V. siempre ha tenido que reducir al mínimo el mantenimiento y las reformas. En 1972, el Concertgebouw entró en la lista de los edificios protegidos, por lo que su futuro financiero pareció un poco más alentador.

En octubre de 1982, la junta dio la voz de alarma: el hundimiento causado por la descomposición de los cimientos y los continuos aumentos de peso estaban convirtiendo al edificio cada vez más inseguro.

Más de seis meses después, se hizo público el plan de remodelación. El edificio iba a ser restaurado drásticamente entre julio de 1985 y abril de 1988, sin interrumpir el programa de conciertos y sin poner en peligro su valiosísima acústica.

Uno de los aspectos de la remodelación principal causó un considerable revuelo, particularmente entre la gente de Amsterdam: era la construcción de una nueva ala. La ampliación de la oficina de reservas y el manejo eficiente de la creciente oleada de visitantes hacía que fuera esencial trasladar la entrada principal a esta ala.

Pi de Bruijn, el arquitecto del plan de renovación, defendió su diseño. Esta ala, con un paseo cubierto, es parte integral del edificio. El diseño es simple, con una cantidad de cristales, de manera que no se compromete el viejo edificio. Los colores del Concertgebouw, desde el gris claro al rojo oscuro, están presentes en una gran variedad de piedras.

La remodelación

Tal vez el edificio haya quedado estructuralmente sólido nuevamente, pero por fuera todavía aún conservaba los signos de una larga y azarosa vida. En abril de 1992, experimentó una nueva remodelación. La operación recibió fondos del Monumentenzorg, aunque también contribuyeron las empresas participantes en la restauración y la Asociación de Amigos del Concertgebouw y la Royal Concertgebouw Orchestra.

Se limpiaron cien años de suciedad en la fachada, para que los pintores pudieran trabajar. Los bustos descuidados de los tres héroes del arte clásico fueron restaurados (se les hizo un baño de bronce), también se doraron de nuevo las letras “CONCERT-GEBOUW” y las rosetas, se reemplazaron los marcos de las ventanas, etc. El toque final fue la instalación de una lira nueva.

Una vez que el exterior del Concertgebouw fue devuelto a su antigua gloria, la remodelación interior tuvo que esperar hasta 1995, cuando se reunió la suficiente cantidad de fondos como para traer a los arquitectos Merkx y Girod para semejante proyecto.

El Concertgebouw como propietario

En sus comienzos, la sala era simplemente el hogar de la Concertgebouw Orchestra. Más de setenta conciertos de daban cada año, y la compañía del Concertgebouw virtualmente no hacía nada por traer otros eventos a los dos auditorios. En la actualidad, el número de conciertos por año llega a los 835, de los cuales, 390 en la Kleine Zaal y 445 en la Grote Zaal. El mismo Concertgebouw organiza por lo menos 340 de estos conciertos, sin contar los 43 conciertos libres de mediodía.

La sala todavía es la sede de la orquesta, pero ahora paga la renta, igual que lo hacen las otras orquestas y organizaciones que utilizan cualquiera de los auditorios. A lo largo de los años, el edificio ha acogido a una gran variedad de eventos. Comenzó en agosto de 1904, cuando la Grote Zaal fue la sede del Congreso Socialista Internacional. Luego se abrieron las compuertas. El consejo, siempre escaso de dinero, vio una buena cantidad en este tipo de eventos, y puso a disposición ambas salas para combates de boxeo, desfiles de moda, salones literarios, recepciones y servicios religiosos. La música popular siempre tuvo una cálida recepción: estrellas como Louis Armstrong, Count Basie, Lionel Hampton, Frank Zappa, The Who, y Frank Sinatra, todos tuvieron la oportunidad de estremecer al Concertgebouw. Pero desde que comenzó a llevar a cabo una venturosa política artística por sí misma, y a arrendar los salones para sus propios proyectos, la mayoría de los eventos no relacionados con la música clásica ya son una cosa del pasado.


Grote Zaal




Fachada del Concertgebouw, Amsterdam


Traducido de la Página Oficial del Concertgebouw: Het Concergtebouw (en inglés)http://www.concertgebouw.nl/English


Royal Concertgebouw Orchestra




El 11 de abril de 1888, tras varios años de preparación, se inauguraba oficialmente el Concertgebouw, la sala de conciertos de Amsterdam. Por fin Amsterdam tenía su propio templo de la música, y muy pronto demostró ser una de las mejores salas de concierto del mundo. Medio año después, el 3 de noviembre de 1888, la Concertgebouw Orchestra (RCO), establecida especialmente para esta sala, dio su primer concierto. Bajo la dirección de Willem Kes y Willem Mengelberg, en solamente unas pocas décadas la orquesta se convirtió en uno de los ensambles de más alto nivel en Europa. En 1897, Richard Strauss habla de una orquesta “wirklich prachtvoll, voll Jugendfrische und Begeisterung”, y a partir del comienzo mismo del siglo XX empiezan a llegar a Amsterdam docenas de compositores y directores, para trabajar con esta famosísima orquesta. Desde la celebración de sus primeros cien años en 1988, la orquesta ha recibido el honor del título de Orquesta Real. Es reconocida en todo el mundo como una de las orquestas sinfónicas líderes.



Siguiendo los pasos de un ilustre grupo de predecesores - Willem Kes (1888-1895), Willem Mengelberg (1895-1945), Eduard van Beinum (1945-1959) y Bernard Haitink (1963-1988) - Riccardo Chailly asumió como director principal (“chief conductor”) en 1988. Bajo su dirección, la Royal Concertgebouw Orchestra ha tenido un éxito tremendo, tanto en los Países Bajos como en el exterior. La expansión de su repertorio todavía sigue. Con una performance de la Novena Sinfonía de Bruckner en noviembre de 1998, Chailly celebró el décimo aniversario de su participación en la orquesta.

En enero de 1999, en honor a sus 25 años como director principal, Bernard Haitink fue nombrado director honorario de la orquesta. Nikolaus Harnoncourt, quien desde 1975 también tiene una relación muy especial con esta orquesta, con asombrosas interpretaciones del repertorio clásico y romántico temprano, fue nombrado director invitado de honor en octubre del año 2000.

Los 115 músicos principales que conforman la Royal Concertgebouw Orchestra son todos y cada uno no solamente virtuosos en sus instrumentos sino que, también, en conjunto aseguran la continuidad de la performance característica que le da a esta orquesta su incomparable sonido y flexibilidad. Con sus cuerdas “aterciopeladas”, el “áureo” sonido de los cobres, y el excepcional timbre de los vientos madera, a veces descrito como “típicamente alemán”, la RCO se ha ganado un lugar especialísimo en el pequeño y selecto grupo de las orquestas más importantes y renombradas del mundo. Sus casi mil grabaciones dan fe de ello.

De los casi 120 conciertos que brinda por año, unos 30 tienen lugar en los podios más importantes del mundo (fuera de Holanda). La RCO cuenta con fanáticos seguidores no solamente en Europa (Londres, París, Viena, Madrid, Salzburgo, Lucerna y Bruselas), sino también en América del Norte y del Sur, y el lejano Oriente (incluyendo China y Japón). La base de toda su actividad global es siempre la temporada de conciertos en el mismo Concertgebouw en Amsterdam.

En los cincuenta años que Willem Mengelberg manejó las riendas, la Concertgebouw Orchestra estableció relaciones con una amplia gama de compositores, incluyendo a Richard Strauss, Gustav Mahler, Ravel, Debussy, Igor Stravinsky, Arnold Schoenberg, Paul Hindemith, Schreker y Milhaud, todos los cuales también la dirigieron en más de una oportunidad.


Otros, como por ejemplo Béla Bartók, Sergei Rachmaninov, y Prokofiev, participaron como solistas en performances de sus propias obras. Después de la Segunda Guerra Mundial, esta relación con los compositores del momento, en extremo importante para toda orquesta, continuó con Peter Schat, Luciano Berigio, Luigi Nono, y Bruno Maderna. Siguiendo con la tradición, la orquesta encarga regularmente obras nuevas a diversos y destacados directores contemporáneos.

Por otra parte, la RCO goza de una excepcional reputación por sus interpretaciones de obras románticas tardías, incluyendo las de G. Mahler, Bruckner y Richard Strauss. La tradición de G. Mahler, arraigadas en las varias performances que el mismo Mahler dirigió aquí, tuvo su primer momento fulgurante en el Mahler Festival de 1920. Aunque la obra de Mahler siempre ha ocupado una considerable porción del repertorio de la Concertgebouw Orchestra, fue Bernard Haitink, con grabaciones completas de las sinfonías de Mahler y las matinées de navidad (Christmas Matinees), quien le dio un nuevo ímpetu a la tradición de G. Mahler. Desde entonces, con nuevas interpretaciones propias, Riccardo Chailly ha seguido el ejemplo; la mayoría de las performances de Riccardo Chailly, de las sinfonías de Mahler, están disponibles en cd.

El Mahler Festival de mayo de 1995 incluyó además a las orquestas de Viena y Filarmónica de Berlín, un hecho que fue aclamado en el mundo entero.

Pero tampoco hay que olvidar a Anton Bruckner, dentro del repertorio de la RCO. Se debe, en gran medida, a Edouard van Beinum, quien después de la Segunda Guerra Mundial atrajo la atención de la orquesta hacia Bruckner y la música francesa. Con performances dirigidas por Riccardo Chailly, la Concertgebouw Orchestra ha hecho una importante contribución al nuevo enfoque sobre la música de Bruckner.

Bajo la conducción de Riccardo Chailly, el primer director principal no-alemán, la orquesta ha expandido considerablemente su repertorio. Riccardo Chailly, uno de los pocos directores de nuestro tiempo que lo hace, es capaz de seguir desarrollando el repertorio romántico mientras le da nuevos incentivos a la performance de obras del siglo XX y contemporáneas, al igual que la ópera. Muchas de sus grabaciones han recibido los premios de mayor prestigio de nuestro tiempo, y han recibido innumerables honores. Son notables, por ejemplo, las recientes interpetaciones en concierto de óperas, y también las producciones de la RCO juntamente con la Ópera de los Países Bajos.

En otro momento prometo hablar concretamente de la sala, que es de una belleza arquitectónica incomparable. El arquitecto que la construyó fue Adolf Leonard van Gendt, es de estilo neoclásico y tiene influencias de un estilo arquitectónico que se llama "Segundo Imperio". Insisto, otro día, otro día, palabra de honor!

Gustav Mahler: Sinfonía No.4, segundo movimiento.
Royal Concertgebouw Orchestra, dir. por Bernard Haitink; Vesko Eschkenazy - violin solo



Gustav Mahler: Sinfonía No.4, cuarto movimiento.
Royal Concertgebouw Orchestra, dir. por Bernard Haitink; Christinne Schafer (soprano)



Fuente consultada: Bach Cantatas Website
Para visitar el sitio web:
http://www.bach-cantatas.com/Bio/Concertgebouw-Orchestra.htm